miércoles, 22 de julio de 2015

Festival de Poesía (XXV) y Cumbre (II) por la Paz, en Medellín: La poesía une. Declaración Final. Julio 17 de 2015.

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Contratiempo
Festival de Poesía
 y
Cumbre por la Paz, en Medellín

Para empezar, el reconocimiento a la poesía
une a De la Calle y las Farc.
                                                                   
Jotamario Arbeláez


Son 25 años de celebraciones contra viento y marea, que no faltan, pero a la vez con buen viento y buena mar, que para eso hay buen espíritu y permanente respaldo. El Festival Internacional de Poesía de Medellín -el más grande, prestigioso y comprometido con la vida y la paz de los pueblos-, acaba de cerrar una de sus más emocionantes versiones, con 90 voces de 40 países. En 2006 había alcanzado el Premio Nobel Alternativo de Paz “por demostrar cómo la creatividad, la belleza, la libre expresión y la comunidad pueden florecer y superar el miedo incluso ante la violencia más profundamente arraigada”. Recordar que gracias a sus acciones poéticas reiteradas, desde su creación en medio de bombas y ráfagas, Medellín pasó del estigma de ser la capital mundial del crimen y el narcotráfico a la sede planetaria de la poesía.


Poetas: Juan Manuel Roca, Fernando Rendón, Jotamario Arbeláez y Gabriel Jaime Franco
 en la apertura de la Cumbre. (Fotógrafo infiltrado)

Dentro de él se celebró la II Cumbre Mundial de la Poesía por la Paz, con un inició sin antecedentes, evidentemente esperanzador. Asistieron escritores nacionales y provenientes de naciones que han vivido serios conflictos antes de alcanzar la paz. Fue saludado a través de video-conferencias individuales, por Humberto de la Calle, negociador del proceso de reconciliación en La Habana, a quien se había cursado invitación personal, y por Jesús Santrich, uno de los delegados de la guerrilla, contra quien no pesa ningún reclamo judicial.


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Tomadas del video: https://youtu.be/ZaTubH9ZBRI

Ambos hablaron en un tono tranquilo y pausado, en contraste con la algarabía bélica de los políticos por los medios. De la Calle refirió que en política había cumplido un papel de monaguillo del nadaísmo, que fundara Gonzalo Arango, “cuando estábamos frente a una sociedad amarrada a un costumbrismo autista”. Y citó una canción de Arango donde pide al soldadito que cargue su fusil de viento y dispare contra el cielo para que caiga la lluvia. “Son palabras actuales, absolutamente pertinentes y vivificantes, que nos ayudan mucho en estos momentos de negociaciones en La Habana”. Terminó haciendo un llamado “a la capacidad de encontrarnos como seres humanos respetando la diferencia, respetando al otro”. Santrich, en nombre de las Farc, y acompañado por el dummy de Pablo Cataumbo, realzó y saludó “la realización de estas magníficas iniciativas que se han convertido en la institución de la cultura y de la paz” y expresó el deseo de que “esta Cumbre, como concentración de buena voluntad, redundara en la paz de Colombia”. A la apertura de la Cumbre no se invitaron fotógrafos.
Al final del evento los poetas dieron a conocer una “Declaración” de 3 puntos, antecedida por el epígrafe: “Quien no puede vencer con las palabras, no debería vencer de ningún otro modo”. Me permito la transcripción del documento completo:

Declaración Final 
de la 
II Cumbre Mundial de la Poesía por la Paz 
y la Reconciliación de Colombia

1. Antecedentes del conflicto
Este conflicto que ha  desgarrado  al país por décadas es  síntoma  de viejas enfermedades: la injusticia y el despojo.
 Así como la industria de la guerra ha minado la selva, los campos y las calles, ha hecho del lenguaje un fuerte y de la incultura guerrerista una lógica del mundo.
 Por décadas se nos ha querido convencer que somos hijos de la violencia y del odio y que tal desmesura constituye nuestra identidad y destino. La incultura del odio ha creado una concepción de que la guerra resulta inevitable. El proceso de paz no es una dádiva sino una conquista propiciada por varias décadas desde el activismo de los movimientos sociales, campesinos, indígenas, afros, mujeres y estudiantes, en concierto con una gran mayoría de la población colombiana.
La restitución de tierras debería suceder al unísono con la restitución de la paz, que también nos ha sido enajenada por tanto tiempo, y casi no la recordamos como un momento de nuestra historia. Quisiéramos que hubiera un desminado del lenguaje, propiciado por los medios de comunicación, y convertirlos en generadores de nuevos imaginarios de reconciliación, ajenos al belicismo verbal al que nos hemos ido acostumbrando.
 2. Desafíos de un presente: la poesía como imposible realizable
-La sostenida propaganda bélica no ha podido extinguir nuestra memoria y es posible volver a los orígenes de un nosotros oculto: el lugar donde resisten las espiritualidades que nos hermanan a unos  y otros  y a    todos con la Madre Tierra, afirmando  valores comunitarios.
A pesar del pesimismo mediático generado, no hay en Colombia un hombre ni una mujer que no alberguen el sueño de la reconciliación nacional, que no imaginen el reino de la justicia y que no añoren otro combate distinto al de las ideas. La paz tiene sus posibilidades reales en este acontecimiento que significa, en medio de un orden de muerte una  cotidiana esperanza.
La poesía y el arte pueden transformar el dolor y la tragedia, vividas en memoria y fuerza para afirmar la vida y derrotar las  argucias de la muerte. Disponernos a trasformar las hondas heridas que han producido en Colombia la injusticia y su despliegue bélico, nos compromete a todos a una reflexión sobre este  malestar, pero también a reconocer lo que fuimos antes de contraerlo y de lo que, ya superado, podemos llegar a ser. Si afirmamos sin titubeos que la poesía es un imposible realizado, la paz debería ser un imposible realizable. Ese imposible realizable volverá a poner en nuestros ojos el país que no han dejado ser.
3. Para hoy el porvenir
El presente es un futuro ya cumplido y por lo tanto no podemos dejarle la paz al porvenir. El porvenir es hoy.
Es preciso promover y materializar un cese multilateral del fuego hacia el silenciamiento definitivo de las armas de todos los actores del conflicto en nuestro país, para abrir anchas vías a acuerdos plenos que eliminen las causas y consecuencias de las guerras. 
El país necesita una nueva institucionalidad, un nuevo acuerdo social que garantice la justicia, un Estado de Derecho real.  Proponemos  desde esa nueva institucionalidad la creación de un Ministerio de la Paz. A manera de ejemplo señalamos algunos posibles puntos que le den base al mencionado Ministerio:
1-     Garantizar y cuidar la memoria de este largo proceso y el devenir de una existencia como pueblos identificados con el diálogo y la convivencia.
2-     Repensar las políticas como procedimientos indispensables para una verdad y una identidad común.
3-     Hacer viable la justicia social para eliminar definitivamente las causas más evidentes del conflicto.
4-     Proponer desde las diversas culturas que nos componen encuentros donde se valore la diferencia y la poética del diálogo.
5-     Superar la condición de víctimas y victimarios impuesta por la lógica bélica y elaborar junto a las comunidades nuevas maneras de entendernos y afirmarnos  como pueblos.
6-     Garantizar el libre acceso de las comunidades a los medios de comunicación.
7-     Visibilizar y potenciar la función histórica de la poesía y las artes, para construir una paz profunda y verdadera.     
Medellín, Julio 17 de 2015.


 Poetas colombianos, de izquierda a derecha: Gabriel Jaime Franco, Jairo Guzmán, Juan Diego Tamayo, 
Jotamario Arbeláez, Fernando Rendón, Juan Manuel Roca, Fernando Linero y Javier Naranjo. 
  
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NTC ... Nota: Parte de este texto se publicó en la columna del autor en EL TIEMPO, Julio 21(.com)  y 22 (impreso), 2015  
Jotamario Arbeláez

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