lunes, 16 de febrero de 2015

Carlos Fernandez Bonilla, 1938 - 2014. Por Jorge Enrique Valencia Martínez. Bogotá, septiembre 14 de 2014

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NTC … Nos Topamos Con 
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Carlos Fernandez Bonilla 

1938 - 2014

Por Jorge Enrique Valencia Martínez

Bogotá, septiembre 14 de 2014


Tomado del libro *
REMEMBRANZAS Y SILUETAS 
DE LOS HOMBRES DE TOGA DEL 
VIEJO TRONCO QUE YA NO ESTÁN 
ENTRE NOSOTROS 

Jorge Enrique Valencia Martínez 

Ediciones Academia Colombiana de Jurisprudencia. Colección Investigaciones. Volumen I
Diciembre 2014. 371 páginas. Páginas Nos.  333 a 339

1.-Antes, cuando éramos muchachos y sonaba el teléfono pensaba uno, de propósito, en alegrías y alborozos, como unas mialmas de nunca acabar. La lozanía de la juventud –que está de gorja siempre–, se ríe de todo, que todo es retozo y alboroto, mofa y entretención. Ahora –en estos últimos momentos de la existencia y cuando ya no se espera nada del mundo que nos  rodea–, las llamadas de las primeras horas del día presagian malas noticias y hasta se piensa, con algo de pesimismo y mucho de verdad y resignación, en los misterios de la vida y en la soledad de la muerte… y en tantas cosas más.

2.-    Hará un par de semanas hablé telefónicamente con mi querido condiscípulo del Gimnasio de Occidente ** de Cali, Gabriel Ruiz Arbeláez, quien me participó, con tristeza y desolación, la muerte de Carlos Fernández Bonilla, bachiller de nuestro colegio (1958). Iba unos años delante de nosotros. El rumor distante ¡desde lejos y desde cerca!, nos ilustraba acerca de sus inquietudes mentales, de su inteligencia excepcional y brillante, de su inclinación por las ciencias sociales y de su marcada vocación hacia las letras y el periodismo, que son las cosas que prenden fuego y pasión a la vida. Acaso vi, mejor que otros, que iba adelantado a sus compañeros y a su propia generación. Fue de los más talentosos –y conste que fueron muchos–, de los estudiantes que pasaron por nuestro establecimiento, bajo la batuta enérgica y severa de don José Domingo Rojas Guzmán, notable y singular pedagogo tolimense, que todo lo hizo, a puertas abiertas, con excelencia y entereza singulares, predominando en él, el respeto por las ideas ajenas y la defensa de la auténtica libertad. Ejercicio, sin sombras ni humos, del más puro espíritu liberal. Tal su credo y evangelio, ideales que justo es reconocer, nunca se improvisan y se llevan siempre cosidos al corazón y al espíritu.

3.-    Entregado a lo mío, evoco, que muy generosa y desprendidamente nos dictó en las vacaciones escolares algunas clases –sin contracambio ninguno–, para poner al día a los díscolos y malos estudiantes que nos quedábamos en la mitad del camino entre la ignorancia y la incultura, el obscurantismo y las aguas despeñadas, por no saber la cartilla, ni entender el abecé, ni las declinaciones clásicas de la lengua del “Latium”, y menos, mucho menos, las fórmulas abstractas, enmarañadas e intrincadas, de aritmética y geometría, de física y química, que nunca entendíamos, como les consta a mis estupendos y admirados maestros Manuel Sánchez, Jaime Peñaranda y Álvaro Lozano. Estábamos siempre en pañales y calzando pocos puntos. Hago memoria de mis compañeros, Benítez, Pérez, Bonilla, Adarve, Paz Zamudio, Fernández Riva, Ruiz Arbeláez, Losada Muñoz, Salas, y otros más **, que fuimos testigos de estas cosas, que entre nosotros –por decirlo de una vez–, se entregan al olvido y se borran de la memoria, cuando se trata de un deber de gratitud y reconocimiento que debemos en todo caso tener presente. Es lo humano. Dejó huellas imborrables ¡tan gran señor siempre!, y en todo, instruido y versado.

4.-    Un par de años después lo encontré en mi Universidad, el Externado de Colombia, estudiando la carrera de las leyes entre 1959 y 1963. Alcanzó su grado de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales y Políticas el 13 de noviembre de 1964, con todos los honores académicos, sin que nada pudiéramos añadir.

5.-    De regreso a su ciudad natal con fervor y entusiasmo se dedicó, por muchos años, a las labores periodísticas, con notoria lucidez y brillo, sin dejar el buen uso de la gallardía y las buenas maneras. Fundó, impulsó y dirigió varios periódicos e impresos. Recordamos –para sacarlos del polvo del olvido–, a “Colombia Universitaria”, “Consigna”, “Bitácora”, “Clarines y Timbales” y “Signo”. Sus columnas eran de las más leídas y conspicuas del medio, y sus lecturas, siempre actuales y objetivas, castizas y correctas –envainadas en la cultura y el pulimento del lenguaje–, se miraban con interés. No iban con él –porque aquí no hay profundidad de visión–, las bagatelas ni las frivolidades.

6.-    Como hombre de acción y aspiraciones, este conductor intelectual se vinculó estrechamente en Cali, a la Biblioteca y a la Imprenta Departamentales. Fue además, Cónsul de Colombia en Miami.

7.-    No supe del doctor Fernández Bonilla –“Calicho”, lo llamábamos cariñosamente–,  en los últimos años. Pienso que en estos tiempos hizo, para decirlo con la distinción y no con las preas del idioma, una vida enclaustrada y silenciosa, a la manera de un culto interior. A mis amigos les consta que en mis ya distanciados viajes al terruño, siempre inquiría por sus actividades y por sus batallas de todos los días, caracterizadas por su inagotable energía y su apasionado e inextinguible aliento.

8.-             Con expresiones muy bellas y sentidas, y con un modelo digno de copia, escribió el político y jurista, doctor Armando Barona Mesa:

“Carlos Fernández Bonilla, ese compañero de la vida, con el que participamos las mismas ilusiones, yace aquí, a mi lado, dentro de su nave final, después de haber agotado todo su camino y haber sembrado, como un labriego, quizás aquel que tenía como su padre las manos ásperas, el huerto y el jardín donde florecieron las más puras raíces y flores. Brotaron sus escritos de periodista como hojas del almanaque al viento, su pasión por la tauromaquia, dentro del embrujo del garbo desafiando la muerte. Y aquello que él encarnaba entonces, que era su espíritu intransigente en la crítica de las malas costumbres, cuando juvenilmente creía que con su palabra escrita se podía cambiar o por lo menos mejorar el mundo. Hijo de una mujer llamada Rosa Elena Bonilla, que más parecía la Rosa de los Vientos, que salían de sus manos bienhechoras como bálsamos para aliviar de sus dolores a todos sus semejantes que sufrían. Sus hijos, sus hermanos, todos constituían el jardín de sus amores, el leitmotiv del diario afán y del conjunto vital de sus pasos enderezados siempre al bien de todos sus semejantes.
 Un día Carlos se fue alejando voluntariamente de las reuniones donde se lo quería y admiraba. También dio muestras de sentirse cansado de tanto caminar y seguramente de los sucesos diarios que sacuden con dureza el sentimiento noble de los hombres buenos. Había un retiro en él que en su silencio hablaba. Y se fue apagando hasta que hace dos días su corazón se paró en seco, como en la canción de los Beatles Paren el mundo, que quiero bajarme”.
9.-             Por ser trozos y pedazos de la vida, he conservado sus bondadosas palabras    –ecos de antiguas inquietudes e impaciencias que siempre se sentirán bien–, escritas por él en la presentación en Cali (1985), del Libro Homenaje a Luis Carlos Pérez, que tuve el honor de dirigir.

“A mi aire
El libro, homenaje
Carlos Fernández Bonilla

“Fue el doctor Jorge Enrique Valencia, desde sus mocedades, un hombre de estudio. Cuando sus condiscípulos del Gimnasio de Occidente encontraban el clímax de la felicidad practicando fútbol en las entonces desiertas canchas populares de Cali, el doctor Valencia hacía de las lecturas su pasatiempo favorito. Devoraba con ansias cuanto libro se ponía delante de su inquieta mirada. Especialmente la historia, la geografía y la literatura eran sus fuertes.
Muy luego, los antañones claustros del Externado de Colombia, regidos entonces por la severa y austera figura del Maestro Ricardo Hinestrosa Daza, fueron testigos de su dedicación, de su amor al estudio, de su perenne vocación discente. Y allí bajo la tutela espiritual de los Hinestrosa –el Maestro y Fernando, su brillante vástago– de José J. Gómez, de Hernán Salamanca, de Gonzalo Vargas Rubiano, de Antonio Rocha, de Agustín Gómez Prada, de Simón Carrejo, para citar solamente algunos nombres ilustres que acuden a mi mente, se formó de jurista que años después ha honrado el foro y la cátedra de la muy noble y muy leal ciudad de Santiago de Cali. Pero esa vocación de estudioso de la Ciencia Jurídica ha querido el doctor Jorge Enrique Valencia plasmarla en libros, que más que las sentencias o las conferencias de la universidad son un testimonio para la historia. Porque el escritor es notario de su época.
Con el libro “Estudios Penales –homenaje al profesor Luis Carlos Pérez–” son tres los “Libros Homenaje” que completa el doctor Valencia. Los dos primeros estuvieron dedicados a Luis Zafra y a Jorge Enrique Gutiérrez Anzola y este último es un justísimo reconocimiento que se rinde a un jurista de los más puros quilates, a un hombre que como el Profesor Luis Carlos Pérez, ha dedicado casi toda su vida a las nobilísimas tareas del foro y de la cátedra.
….…..
«Secundando la feliz iniciativa que desde Cali lanzara el joven y dinámico penalista Doctor Jorge Enrique Valencia, un selecto grupo de juristas nacionales y extranjeros, ha querido rendir a Luis Carlos Pérez un merecido homenaje, de la única manera como los intelectuales podemos y sabemos hacerlo: Escribiendo sobre temas que conocemos y que en este caso juzgamos, además, de interés para jueces, abogados y estudiantes de derecho. No es fácil hablar de alguien tan sobradamente conocido y admirado como Luis Carlos Pérez. Diría, sin embargo, que es un hombre que ha vivido en olor de cátedra, desde el día ya lejano en que muy joven sorprendió a una embelesada clase de estudiantes de su nativa Universidad del Cauca con sus lecciones para introducirlos a la ciencia del Derecho Penal –disciplina que desde entonces lo subyugó– hasta el día de hoy en que aún deleita y convence a quien quiera oírlo en curso regular seminario, conferencia o charla coloquial sobre tópicos que usualmente abarcan desde la literatura y la economía hasta el derecho penal y la criminología.
Entre uno y otro extremos vitales ha quedado indeleble impronta de su espíritu: de ella son testigos y agradecidos recipiendarios sus alumnos universitarios de los centros académicos del Cauca, Nacional y Libre y se ha plasmado en obras de tanta alcurnia intelectual como las nuevas bases del Derecho Criminal, Los Delitos Políticos, Criminología, Práctica Jurídico–Penal y su Tratado de Derecho Penal que reestructurado y ampliado en sucesivas ediciones, constituye paradigma de erudición y seriedad científicas»
Con estas palabras saluda, en amable prólogo el tratadista Alfonso Reyes Echandía, el nuevo libro–homenaje del doctor Valencia que es, a no dudarlo, una preciosa joya para abogados, jueces y estudiantes de derecho”.

10.-         Nació en Cali el 20 de agosto de 1938 y cerró los ojos para siempre en nuestra bella y añorada ciudad el 15 de agosto de 2014. Tenía 76 años de edad. Sobre las ruinas y escombros que deja la muerte, con todas sus auténticas pesadillas y opresiones –las acabo de vivir con la muerte de mi hermana–, jamás nunca olvidaremos al incomparable jurista y excelente amigo. Las hojas de sus escritos, con su prosa suelta y obstinada, permanecerán por siempre con el doblez intacto. Su alma yace en la esperanza de Dios.

Bogotá, septiembre 14 de 2014

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* Tomado del libro
REMEMBRANZAS Y SILUETAS 
DE LOS HOMBRES DE TOGA DEL 
VIEJO TRONCO QUE YA NO ESTÁN 
ENTRE NOSOTROS. 
Jorge Enrique Valencia Martínez. 
Ediciones Academia Colombiana de Jurisprudencia. Colección Investigaciones. Volumen I. 
Diciembre 2014. 371 páginas. Páginas Nos.  333 a 339.

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Otro texto publicado en el mismo libro, y publicado por NTC ... 

24 de enero de 2015


VARGAS VILA O EL CARÁCTER. ENTREVISTA. Por Marcelino Valencia. Barcelona. Febrero 26 de 1932. 

http://ntc-documentos.blogspot.com/2015_01_24_archive.html

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** Reunión de condiscípulos bachilleres (1950 - 1961) del Gimnasio de Occidente de Cali


Alfonso Paz Zamudio, Francisco Perez, Jorge Enrique Valencia  y Gabriel Ruiz
Reunión de condiscípulos bachilleres (1950 - 1961) del Gimnasio de Occidente de Cali
Agosto 5, 2011, 6:00 PM, en Cali, El Obelisco.
http://ntc-eventos.blogspot.com/2011_07_30_archive.html
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Jorge Enrique Valencia,  Alfonso Paz Zamudio, Francisco Perez y Gabriel Ruiz
Agosto 5, 2011, 6:00 PM, en Cali, El Obelisco.
https://picasaweb.google.com/111515077843964359836/BachilleresGimnasioDeOccidenteJulio191961201150Anos
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