miércoles, 8 de enero de 2014

Ospina versus Abad. Daniel Mera Villamizar. EL ESPECTADOR 7 y 8 ENE 2014.

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SEGUIMIENTOS y ACTUALIZACIÓN a Enero 20, 2014

AUDIO DE LA PRESENTACIÓN COMPLETA en OTRAPARTE (Enero 18, 2014, 7:30 PM)
  La conferencia de Gonzalo Arango, "Grandeza y miseria de la literatura" escrita, pronunciada y grabada en 1963, está dirigida a una audiencia de escritores y comunicadores y se encuentra dividida en las siguientes secciones:
  1. Mi vida en Islanada
  2. La soledad imposible
  3. Átomos para la paz de los muertos
  4. Desamparo del arte
  5. La libertad es mortal y peligrosa
  6. La traición de los intelectuales
  7. El capital contra el espíritu
  8. La violencia
  9. Grandeza y miseria de la libertad
  10. El camino
http://www.otraparte.org/voces/20140118-grandeza-y-miseria-de-la-literatura-por-gonzalo-arango.mp3
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SEGUIMIENTOS Y ACTUALIZACIONES a Enero 12, 2013:

El orden cronológico del debate y complementaciones, que agradecemos al escritor y ensayista Iván Olano Duque (Ver mensaje al final) 

28 de diciembre:

"El espantoso mundo en que vivimos", columna de Abad. http://www.elespectador.com/opinion/el-espantoso-mundo-vivimos-columna-466312

4 de enero:

"Ciego toda la vida a todo eso", columna de Ospina. http://www.elespectador.com/opinion/ciego-toda-vida-todo-eso-columna-466914

6 de enero:

"Respuesta a William Ospina", artículo de Abad. http://www.hectorabad.com/respuesta-a-william-ospina/

7 de enero

"Ospina versus Abad", columna de Daniel Mera Villamizar. http://www.elespectador.com/opinion/ospina-versus-abad-columna-467354

8 de enero

"Intelectuales acientíficos", columna de Klaus Ziegler. http://www.elespectador.com/opinion/intelectuales-acientificos-columna-467545
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Kafka y los cabarets de Berlín I, II , III y IV.

Por William Ospina
William Ospina
En EL ESPECTADOR

18 ENE DE 2014 - 10:00 PM
Cada vez que alguien formula dudas o incertidumbres sobre el rumbo de la civilización, los defensores más ingenuos y menos reflexivos de la idea de progreso piensan que se está tratando de negar algo evidente: que la humanidad ha conseguido muchos avances ...
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25 ENE DE 2014 - 11:00 PM
responsabilidad. Más irónico, Franz Kafka escribió en sus diarios: “Creer en el progreso no significa creer que ...
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1 FEB DE 2014 - 11:00 PM
En manos de las grandes corporaciones y de los inmensos Estados está la técnica capaz de mover montañas, de alzar ciudades en meses y destruirlas en minutos, de escudriñar los abismos del mar y del cielo. En manos de la humanidad, destinados al consumo, e ...
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Por William Ospina
EL ESPECTADOR, 8 FEB 2014 - 10:00 PM
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*** Otra lectura de 'Pa que se acabe la vaina' . Debate. El columnista de El Espectador Armando Montenegro publicó el domingo 26 de enero una crítica al más reciente libro del escritor William Ospina. Desde Francia, un ensayista colombiano ofrece su reflexión. Por: Iván Olano Duque,  Especial para El Espectador . 6 FEB 2014.
Otra lectura de 'Pa que se acabe la vaina'

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NTC ... SEGUIMIENTOS y ACTUALIZACIONES

20 de enero, 2014


Mamertización de la interpretación. Por: EDUARDO ESCOBAR . EL TIEMPO,  20 y 21 de Enero del 2014.


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Ospina versus Abad

Daniel Mera Villamizar
Daniel Mera Villamizar

EL ESPECTADOR .com 7 ENE 2014 http://www.elespectador.com/opinion/ospina-versus-abad-columna-467354 . Impreso 8  ENE.

Héctor Abad no mencionó a William Ospina en “El espantoso mundo en que vivimos” *, ni Ospina a Abad en “Ciego toda la vida a todo eso” **, pero muchos lectores creen que se trata de una controversia entre los dos.
Sería llamativa tal controversia porque Ospina es mucho más que un “intelectual de la indignación y de la queja” y Abad está lejos de ser un “el intelectual satisfecho que ve pasar sobre su cabeza los grandes desastres y se esfuerza porque la humanidad no los mire”. No sabemos si Ospina se sintió aludido y veremos si Abad responde, pero los lectores no están despistados en lo esencial.
William Ospina y Héctor Abad representan, son dos espíritus distintos, y eso explica todo lo demás, para hablar un poco como Ospina. En un oráculo, acosados por una respuesta tajante a si es posible un “hombre nuevo”, uno diría que sí y el otro que no. El espíritu “milenario”, desencantado, tiene conciencia aguda de los límites de la naturaleza humana. El espíritu “joven”, esperanzado, confía en poder producir algo verdadero y original con lo que somos.
Obviamente, no es cuestión de edad de los intelectuales. De hecho, Abad tiene unos años menos que Ospina. En cuanto al orden social, el espíritu joven cree que es moldeable si se sustituye la voluntad de Dios por la voluntad humana en la dirección deseada. El espíritu milenario está convencido de que tal voluntad humana con capacidad “externa” a la sociedad es una ilusión en democracia.
Un ejemplo: William Ospina dice: “La vieja Colombia murió el 9 de abril de 1948: la nueva no ha nacido todavía”. Para un espíritu reformista, que valora el ensayo y error, es increíble la idea de una sociedad que está 66 años en una suerte de limbo despreciable a la espera de su “nuevo nacimiento”, que señalará un intelectual iluminado. Además de ser un abuso del lenguaje, es políticamente inaceptable: ¿entonces 1991 no es nada?
La narrativa nacional que construye Ospina merece una alternativa, así se haga con menos talento literario. Hay padres de familia que creen enseñar historia irrefutable con Pa que se acabe la vaina. La pregunta doble ahora, sin embargo, es: ¿cómo el “pesimista” o escéptico acerca del hombre se vuelve optimista sobre el progreso humano y cómo el creyente y esperanzado en el hombre se vuelve crítico insaciable del progreso humano?
El espíritu “milenario” ha visto de dónde venimos y sopesa los bienes y los males de la civilización alcanzada, sacando un balance positivo. Su optimismo se basa en avances, tortuosos, contingentes a veces, costosos, heroicos, pero avances que logran sedimentarse. El espíritu joven es fundacional, no puede aceptar lo que viene de atrás, quiere lo bueno sin lo malo, pues vibra con el “hombre nuevo” y un mundo idílico. Un romanticismo que se imagina el futuro con una vuelta a la naturaleza y a las “costumbres”.
Estos dos espíritus son necesarios, lo mismo que su fastidio mutuo. El problema es que cuando los espíritus fundacionales se toman el poder, y juegan a ser Dios, las cosas se ponen feas y peligrosas.
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El espantoso mundo en que vivimos
Héctor Abad Faciolince
Héctor Abad Faciolince
El Espectador .com 28 DIC 2013 - 8:00 PM http://www.elespectador.com/opinion/el-espantoso-mundo-vivimos-columna-466312 . Impreso 29 DIC.

Una de las mejores definiciones que he leído de la palabra “intelectual” es la siguiente: “persona que ha estudiado más allá de sus posibilidades”.
Incapaz de comparar el mundo actual con el mundo de ayer, de sopesar lo ganado y lo perdido, su obsesión consiste en la crítica escandalizada, en el moralismo altivo, en el desprecio por cualquier progreso, por cualquier gusto o alegría, en la convicción de que no hay criatura más repugnante que el ser humano, ni lugar más inhóspito que la tierra.
El tipo de intelectual en el que estoy pensando es ese que se solaza en la cultura de la queja, y para el cual la sociedad contemporánea (especialmente la occidental) es una especie de invento del demonio: la cosa más grosera, burda e infernal que ha existido en toda la historia del mundo. Lo moderno, para él, es lo más violento, lo más agresivo, lo más explotador e injusto: una sociedad con la que tendríamos que arrasar para fundar otra sobre sus ruinas. Lo peor de esta perorata asqueada, de esta permanente indignación moral, es que esta supuesta “élite de la inteligencia” ha logrado convencer a millones de jóvenes —como denunciaba hace años Karl Popper— de que vivimos en el peor de los mundos que han existido. Cada vez encuentro con más frecuencia a jóvenes convencidos de que reproducirse es terrible, pues van a traer nuevos seres humanos solamente a sufrir. Y la mayoría de estos estériles voluntarios son, precisamente, los jóvenes que más han estudiado, es decir, aquellos que más han estado expuestos a la influencia nefasta de esa “intelligentsia” para la que los logros de la humanidad son una mentira.
Inmunes a toda crítica y a toda lógica, no les importa que uno muestre hechos innegables: comparar el mundo contemporáneo con un mundo sin anestesia, sin antibióticos y sin analgésicos (creen que en un mundo “natural” no habría enfermedades y los humanos vivirían 600 años, como los patriarcas de la Biblia). Decir que ha habido progreso moral desde los tiempos de la esclavitud (dicen que al esclavo de ayer se lo mimaba más que al obrero de hoy; a quienes dicen esto deberían marcarlos con un hierro candente). Demostrar con cifras que las expectativas de vida han aumentado exponencialmente en el último siglo solo les produce desprecio pues lo único que hemos logrado es que ahora haya más gente. Tampoco les parece importante que un pobre de hoy —en Colombia— reciba una atención médica mucho mejor que un rey del Renacimiento, ni que tenga mejor transporte, mejor abrigo y mejores zapatos. Que la mortalidad materno infantil —incluso entre la nobleza— era muchísimo más alta que la de los campesinos contemporáneos.
A estos intelectuales no se les puede decir sin escándalo que las cosas vienen mejorando desde hace decenios en casi todo el mundo. Que la discriminación sexual o racial era mucho peor hace 50 años ; que nunca antes los homosexuales podían defender mejor su derecho a ser libres. Que nunca en la historia ha habido tantas mujeres estudiando y trabajando en los puestos más importantes, gracias —entre otras cosas— a que existen métodos anticonceptivos y a que ellas mismas han logrado que se las respete. También la pobreza —incluso en Colombia— ha venido bajando en términos absolutos y relativos en los últimos decenios. La misma violencia, como ha demostrado Pinker para disgusto de los intelectuales pesimistas, es en la actualidad una de las más bajas de toda la historia humana.
Cuando uno es optimista queda como un bobo ante los intelectuales de la indignación y de la queja. Por supuesto que nos enfrentamos a perspectivas gravísimas (el calentamiento global es la peor de ellas), pero quizá nunca antes la humanidad había estado mejor preparada para enfrentarlas. Por estas convicciones es que uno puede desear, e incluso esperar, un año 2014 un poco menos malo que este 13 que se acaba. El mundo en que vivimos es espantoso, pero es el menos espantoso que haya habido.
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 ** Ciego toda la vida a todo eso
William Ospina
William Ospina
El Espectador .com 4 ENE 2014 http://www.elespectador.com/opinion/ciego-toda-vida-todo-eso-columna-466914 . Impreso 5 ENE. 

Hay personas que piensan que la mejor manera de celebrar la modernidad es no criticarla.   
Curiosa actitud, porque si algo ha hecho posible el avance relativo de la humanidad es el espíritu crítico de los insatisfechos, de los siempre vigilantes, que saben que nuestra condición humana está llena de virtudes, pero también de riesgos, y que lo peor es entregarse sin prudencia a las inercias de la historia.
Todo poder abandonado a su vanidad y a sus impulsos termina embelesado consigo mismo. La historia, que algunos ven como un ineluctable avance hacia mejor, como un relato de mejoramiento y progreso, ha sido a menudo una cadena de atrocidades, aquí y allá contrariada por algunos destellos de nobleza, de inteligencia y de gracia.

Voltaire escribió que la humanidad sólo mira con respeto y con gratitud aquellos momentos en que, a pesar de las discordias de los príncipes y del fanatismo de los sacerdotes, el espíritu humano floreció y las artes alzaron su canto. Dedicó la vida entera a combatir las arbitrariedades de la aristocracia y a hacer una severa crítica de las costumbres. Su obra Cándido, un inventario de calamidades y catástrofes, fue hecha no tanto para demostrar que el mundo es un infierno cuanto para combatir la tesis beata de Leibniz de que todo aquí es felicidad y perfección. Ya en el siglo XVIII había quien declarara que este mundo había llegado a niveles de progreso abrumadores, pero poco después la Revolución Francesa demostró que algunos no compartían ese entusiasmo.

Desde entonces prosperó la saludable tradición de que los intelectuales fueran críticos del orden social, y contradictores de la tesis empresarial de que el mundo es una mera fiesta para la pasividad y el consumo. El único tono que funciona en la publicidad es el del optimismo rosa: todo es progreso, todo está bien, nunca estuvimos mejor, y la humanidad está en espléndidas manos.

Ese discurso interesado admite prueba en contrario, y no sólo en nuestros países violentos e inhóspitos. El hundimiento de generaciones enteras en la edad de las adicciones, la proliferación de basuras industriales, el saqueo de la naturaleza, el deterioro de las fuentes de agua, la aniquilación de las costumbres y su reemplazo trivializado por modas y espectáculos, el cambio climático, el cambio inconsulto de la dieta tradicional por los experimentos afanosos de la industria transgénica: pero a los espíritus acomodados y a los trompeteros del progreso les molesta que se hable de esas cosas.

Pretenden, asustadizos, que criticar el modelo es negar que haya habido algún avance; pretenden torpemente que si se critica la gradual conversión de la medicina en un negocio, donde lo único que importa es la rentabilidad, se está abogando por un retorno a la falta de higiene, se está renunciando a los antibióticos y a las vacunas, se está recomendando a los médicos que no se laven las manos antes de las cirugías. Esa censura caricatural pretende ser una defensa del progreso, pero en realidad es una renuncia a la principal virtud de la especie: su capacidad crítica, su espíritu rebelde, su eterna y necesaria insatisfacción.

La industria quiere hacernos creer que toda novedad comporta un progreso: pero aunque lo pregona todo el día, nuestra edad no parece estar trabajando para la felicidad humana y para la protección del planeta. Nunca como hoy estuvo el mundo más afectado por los frutos de la industria y del comercio; nunca viajaron tanto los alimentos antes de llegar a nuestra mesa; nunca hubo como hoy una marea de basuras plásticas flotando a la deriva en una porción considerable del océano Pacífico, en lo que llaman los expertos el sexto continente; descontado el escandaloso arsenal atómico, nunca hubo tal profusión de armas de fuego en el mundo, una por cada diez seres humanos, y las fábricas creciendo; nunca hubo tantos químicos en los hogares.

Y esto no quiere decir que no haya habido progreso, quiere decir que quienes menos lo ayudan son quienes lo aplauden todo con histeria, lo bueno y lo malo, lo útil y lo atroz, lo benéfico y lo dañino, porque no utilizan criterios sino emociones, y quieren adular su propia satisfacción. Esto no sería tan grave: cada quien es dueño de decidir si quiere ser protagonista de cambios históricos o apenas miembro del comité de aplausos de los poderes de este mundo.

Lo que sí es un error es salir a denunciar como enemigos de la humanidad a quienes la mantienen despierta con sus advertencias. Hasta los más exagerados profetas de la catástrofe fueron siempre tolerados por los pueblos, e incluso por los poderes del mundo, porque se entendía que hay algo benéfico en que la humanidad no se abandone a su engreimiento, al narcisismo de las pequeñas satisfacciones.

Existe algo mucho peor que el intelectual amargo y sombrío, que el Apemanto que destila amarguras, que el Diógenes que de todo se burla y todo lo cuestiona, y es el intelectual satisfecho que ve pasar sobre su cabeza los grandes desastres y se esfuerza porque la humanidad no los mire. El que prefiere denunciar a los otros, predicar el conformismo y bendecir el gran negocio. Los verdaderos benefactores de la humanidad no dejan al poder dormir tranquilo sino que lo molestan y lo incomodan, zumban y pican.
Hay un poema de Edgar Lee Masters sobre un poeta de pueblo, conformista y holgado, que vivió “ciego toda la vida a todo eso”: a los sufrimientos y las tragedias que había a su alrededor, a los solemnes cuadros de la naturaleza y de la historia, y que apenas tejió variaciones sobre viejas metáforas, “mientras Homero y Whitman rugían en los pinos”.
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NTC ... Enlaces: 

DE (1952)

"Viento Seco" Daniel Caicedo. 1952. PRÓLOGO de Antonio García. Edición FICA, 1982

http://ntc-narrativa.blogspot.com/2014_01_06_archive.html


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Los intelectuales, las élites, los grupos dirigentes, son responsables de esta degradación multitudinaria, de esta renovada mutilación de todos los hombres humil­des emparentados con Antonio Gallardo. Son responsa­bles por su cobardía, por su egoísmo, por su estrecha moral, por su noción deforme de patria. Un país cam­pesino ha dejado sin patria a Antonio Gallardo. Lo ha dejado sin patria porque le ha negado todo derecho, toda posibilidad de justicia, le ha quitado lo que puede hacer  buena, aceptable y digna la vida humana. Y después de esta mutilación —de las aldeas, de los hombres, de los seres y las cosas fundidos por el vínculo del afecto— ¿podremos sensatamente decir que ha ganado el partido que construye su poder sobre este suelo manchado? ¿Hay algo —riqueza, dominio del Estado, control del poder— que justifique y limpie este crimen, perpetrado a nombre de un partido y de una iglesia?    

Todos somos responsables. Todos estamos viviendo —conformes, cristianos, fríos, monstruosamente tranqui­los— sobre esta herencia de sangre. Lloramos leyendo «María», pero nos negamos a conmovernos y a de­tener las aguas negras que corren por debajo de nues­tros pies y por encima de nuestro espíritu. Esa es la le­pra oculta que Daniel Caicedo descubre a nuestros ojos.
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Nuestros intelectuales —así como nuestras clases altas— son responsables por su silencio. Su cobardía, su incapacidad crítica, su horror al compromiso, su apego supersticioso a la rutina, su veneración profesional por los mitos, les ha llevado a marginarse del drama y a enclaustrarse en una equívoca fortaleza de «intelectuales puros». El aislamiento de todas las corrientes humanas —a través de las cuales se configura y se hace la historia— es para estos intelectuales la propia garantía de “su” libertad: esta es la filosofía que han propagado los valores más representativos de esta tendencia intelectualista, como el autor de «El hombre, náufrago del siglo XX». La mayoría de esos intelectuales se han hecho culpables del delito de silencio. Silencio ante los problemas de la sociedad contemporánea. Silencio ante el derrumbamiento de la cultura. Silencio ante el drama de nuestro país y de nuestro pueblo. Con razón decía Sartre, que toda palabra tiene resonancias, pero todo silencio también. El silencio de la inteligencia cobarde —ensimismada en el castillo de su propia comodidad— es indudablemente el silencio que tiene mayor resonancia. El silencio no es sólo indicio, sino una prueba de quebrantamiento moral, de irresponsabilidad y de miedo. Quien calla es responsable de lo que deja de decir y debiera decir: es responsable de su verdad cobardemente callada. «La verdad no puede ser tratada como las conservas - predicaba Kaj Munk líder cristiano sueco, enfrentado a la Gestapo en 1944, la época de su pleno poderío -   que se coloca en un barril con sal se almacena y después se saca poco a poco según se necesite. Porque la verdad no puede conservarse. Sólo como cosa viva existe y sólo cuando aparece puede ser empleada.”  
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Choque entre Héctor Abad Faciolince y William Ospina
Los escritores y columnistas se enfrentaron por su visión de lo que está pasando en Colombia y Venezuela.
CARACOL , 6 AM HOY POR HOY / GUSTAVO GÓMEZ | ENERO 7 DE 2014

Héctor Abad Faciolince en diálogo con 6AM Hoy por Hoy lamentó las críticas que le hizo el también escritor y columnista William Ospina, en las que, según dijo, censura su posición sobre lo que pasa en Colombia y resalta como hechos buenos lo que viene ocurriendo desde hace años en Venezuela.

“No es que yo defienda lo que pasa en Colombia porque considero que esta no es una sociedad justa, igualitaria ni perfecta, pero sí creo que venimos mejorando. En los últimos 4 años se ha reducido más la pobreza en Colombia”, sostuvo Abada.

Según el columnista hay que “analizar las gestiones de los gobiernos, no para aplaudirlos para tratar de analizar la realidad y no con emociones ni retórica”. 

En su blog HéctorAbad Faciolince ,  
http://www.hectorabad.com/respuesta-a-william-ospina/
escribió “ En un artículo bilioso, mal intencionado y sin asomo alguno de humor (los profetas bíblicos de la desgracia, al anunciar el Apocalipsis, no pueden permitirse jamás una sonrisa), William Ospina me acusa de aplaudir como un histérico “lo bueno y lo malo, lo útil y lo atroz, lo benéfico y lo dañino, porque no utilizan criterios sino emociones, y quieren adular su propia satisfacción.” Y agrega: “Cada quien es dueño de decidir si quiere ser protagonista de cambios históricos o apenas miembro del comité de aplausos de los poderes de este mundo.” Lo curioso es que estas afirmaciones ofensivas y sin reflexión son la respuesta a un artículo en el que yo admitía que este mundo es espantoso (y lo atroz no se aplaude), con la única salvedad de que es menos espantoso que el mundo de ayer invocado por sus críticos (el de los buenos salvajes que viven en perfecta armonía entre ellos, con la naturaleza y con el mundo)”.

“Si alguien pertenece a un comité de aplausos es WO, que no se cansa de aplaudir al régimen chavista y de defender al castrista, y de recibir vergonzosos premios simbólicos y pecuniarios por hacerlo, como si ese tipo de regímenes -por el solo hecho de declararse revolucionarios- no fueran representantes del poder, y de poderes militares altamente represivos y alérgicos a las libertades más elementales, como son las de movimiento, pensamiento y expresión. Como estos son los “cambios históricos” que WO aplaude y propicia, es decir saltos hacia atrás, al terror de los regímenes totalitarios de la vieja Unión Soviética de la cual Cuba es uno de los últimos bastiones y vestigios, prefiero el papel de no aplaudir revueltas perniciosas como la que va hundiendo a Venezuela en el atraso, la escasez y la pauperización. Por supuesto que yo no quisiera ser protagonista de estos cambios dañinos, que arrojan por la ventana, como suele decirse, al agua sucia junto con el niño”, insistió.

Sobre el debate en twitter entre el expresidente Álvaro Uribe y el presidente Juan Manuel Santos sobre las cifras de seguridad, Abad dijo que “Debería haber una fuente unificada para los datos de la seguridad en Colombia. Yo creo que los datos de homicidio son reales y serios, no los pueden desmentir”.

“Me entristece que Uribe de las malas noticias con tanta felicidad. Durante su gobierno cuando se daban las malas noticias era comparado con un terrorista”, precisó. 
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De: Iván Olano Duque 
Fecha: 12 de enero de 2014, 7:59
Asunto: Debate sobre los intelectuales
Para: NTC ntcgra@gmail.com

Estimados amigos de NTC,

He visto que han hecho un cubrimiento a la discusión que protagonizan William Ospina y Héctor Abad Faciolince sobre los intelectuales. Que ustedes muestren cómo ha sido la discusión es muy importante, si lo que se quiere es construir un debate de altura; sin embargo, vale la pena, para no desubicar a los lectores, que se deje claro cuál fue el orden de los artículos y de los comentarios posteriores. Les comparto:

28 de diciembre:

"El espantoso mundo en que vivimos", columna de Abad. http://www.elespectador.com/opinion/el-espantoso-mundo-vivimos-columna-466312

4 de enero:

"Ciego toda la vida a todo eso", columna de Ospina. http://www.elespectador.com/opinion/ciego-toda-vida-todo-eso-columna-466914

6 de enero:

"Respuesta a William Ospina", artículo de Abad. http://www.hectorabad.com/respuesta-a-william-ospina/

7 de enero

"Ospina versus Abad", columna de Daniel Mera Villamizar. http://www.elespectador.com/opinion/ospina-versus-abad-columna-467354

8 de enero

"Intelectuales acientíficos", columna de Klaus Ziegler. http://www.elespectador.com/opinion/intelectuales-acientificos-columna-467545


Hago sólo un comentario, queridos amigos: Colombia es la muestra de cuán peligrosa es esa línea de pensamiento que confunde a las personas con las ideas, y que cree que la mejor forma de controvertir el argumento del otro es deslegitimándolo con ataques personales. Es un problema de ética, pero también de lógica. Si alguien dice que la suma de los ángulos de un triángulo es 180 grados, no podría ser aceptable que algún otro lo controvierta diciendo: "Mire, señor: eso no es cierto porque usted es un grosero y un ateo".

Un saludo cordial, 
Iván

NTC ... enlace: http://ntc-narrativa.blogspot.com/2012_12_11_archive.html
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