miércoles, 18 de julio de 2012

EN TIEMPOS DE PELIGRO. COMENTARIO A WILLIAM OSPINA. Por Juan Manuel Jaramillo

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* Se actualiza periódicamente. Julio 18,  2012. Jul. 28. 
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EN TIEMPOS DE PELIGRO.

COMENTARIO A WILLIAM OSPINA

Por Juan Manuel Jaramillo (1)

Manizales, 18 de julio de 20012
NTC ... agradece el aporte del  autor y la autorización para publicarlo.

Pero a nosotros, poetas, corresponde
estar con la cabeza desnuda bajo las
tormentas de Dios, y aferrar
con nuestras manos el rayo paterno
y brindar al pueblo
con nuestro Canto, el don celestial

(Hörderlin, Como en un día de fiesta)

- I -
 A propósito de la elegía del poeta alemán, Friedrich Hölderlin, “Pan y Vino”, en la que formula el trascendental interrogante “…¿y para qué poetas en tiempos de penuria?”,  la Rectoría de la  Universidad de Antioquia en buena hora organizó  un diálogo entre Piedad Bonnet y William Ospina con una pregunta similar: “¿Para qué cultura en tiempos de penuria?”.
El poeta y amigo William Ospina pronuncia unas palabras que después publica en El Espectador bajo el título  “En tiempos de peligro” . Ellas evocan el comentario de Martín Heidegger al poema de Hölderlin en el que la amenaza que reina en esta época de penuria tiene que ver con la huida de los dioses (Hércules, Dioniso y Cristo) y con el estado de orfandad que su huida produce en esta  noche oscura que, por el ciego azar del destino, nos ha tocado vivir. Con la huida de los dioses se ha apagado para Heidegger “el esplendor de la divinidad” (Heidegger, 1997: 241), dejándonos sumergidos en el más profundo abismo, en la ausencia total sin fundamento (Ab-grund)”.
Sin embargo, el Dios del vino, Dionisos, es el que deja a los mortales el rastro en medio de las tinieblas de la noche del mundo y son los poetas “aquellos mortales que, cantando con gravedad al dios del vino, sienten el rastro de los dioses huidos, siguen tal rastro y de esta manera señalan a sus hermanos mortales el camino hacia el cambio” (Ibid., p. 244). Así,  los dioses que “antaño estuvieron aquí´ sólo "retornarán" en el ´momento adecuado´, esto es, cuando las cosas relativas a los hombres hayan cambiado en el lugar correcto y la manera correcta” (Ibid., p. 242).
 Pero Heidegger en su comentario a Hörderlin no sólo le asigna a los poetas la responsabilidad de  indicar a los mortales el camino hacia el cambio, sino que, de la mano de otro gran poeta de sus afectos, R. M. Rilke,  nos alerta de que los tiempos que vivimos no son sólo de penuria porque los dioses hayan huido o, como dijera el cantor del Zaratustra, porque Dios haya muerto, sino “sino porque los mortales no conocen bien su propia mortalidad ni están capacitados para ello” (Ibid., p. 246).  Sólo los poetas, apostilla Heidegger, la conocen y, por tanto, sus palabras son  las que hay que aprender a escuchar porque ellos son, como contesta humildemente Hölderlin a través del canto de su amigo, el poeta Heinse, "los sagrados sacerdotes del dios del vino, que de tierra en tierra peregrinaban en la noche sagrada” (Ibid., p. 244)
Sin entrar en los intrincados e indescifrables laberintos de la metafísica heideggeriana  que ve en esta época de penuria el tan por él nombrado “olvido del Ser” y que identifica su consumación (que es precisamente la de la noche negra) con la llegada de la era técnica, lo que filósofo nos dice  es  que lo que ahora verdaderamente   amenaza al hombre en su esencia es la producción en serie que todo lo unifica y todo lo nivela.  La época moderna de la que la era técnica es su consumación se caracteriza por un trascendental acontecimiento: la conversión del hombre en sujeto (sub-jectum), lo que equivale a decir en  amo y señor de todo lo que le rodea, incluyendo sus propios congéneres, pero, al mismo tiempo, en la transformación del mundo, la naturaleza, en objeto (ob-jectum) para un representar calculador del sujeto, como sucede con la ciencia moderna.  Es ni más ni menos que la “época de la imagen del mundo”: “Lo decisivo no es que el hombre se haya liberado de las anteriores ataduras para encontrarse a sí mismo: lo importante es que la esencia del hombre se transforma desde el momento en que el hombre se convierte en sujeto. […] El hombre se convierte en centro de referencia de lo ente como tal” (Ibid., p. 87). 
Como ya lo hemos advertido, para Heidegger esta época que nos ha tocado vivir, la era técnica, no es otra cosa que ocaso, como consumación, de esa época que se inició en el Siglo XVII, la era moderna, en la que la ciencia y la técnica mecanizada (un fenómenos de idéntica e igual importancia que la ciencia), junto con la introducción del arte en el horizonte de la estética  y donde el obrar humano se interpreta y realiza como cultura, constituyen fenómenos esenciales. Sin embargo, Heidegger precisa que si bien la técnica mecanizada “sigue siendo hasta ahora el resultado más visible de la esencia de la técnica, la cual es idéntica a la esencia de la metafísica [la metafísica moderna]” (Ibid., p. 74), no debemos considerarla como simple aplicación de la ciencia o, como dicen muchos, como ciencia aplicada:

 […] no se debe caer en el error de considerar que esta última es una mera aplicación, en la práctica, de la moderna ciencia matemática de la naturaleza [la máquina de vapor no le debe nada a la termodinámica]. La técnica mecanizada es, por sí misma, una transformación autónoma de la práctica, hasta el punto de que es ésta la que exige el uso de la ciencia matemática de la naturaleza. La técnica mecanizada sigue siendo hasta ahora el resultado más visible de la esencia de la técnica moderna, la cual es idéntica a la esencia de la metafísica moderna” (Ibid., p. 75. Las cursivas son mías).  

Es esta metafísica, la metafísica moderna cuya esencia Heidegger identifica con la esencia de la  técnica moderna,  donde el hombre se convierte en la instancia fundamental y decisiva en la que se  fundamenta la “realidad”  en lo tocante a su modo de ser y a su verdad en tanto certidumbre. En esta metafísica tanto el sujeto como la “voluntad de poder”  que le es inherente van a desempeñar un papel decisivo. En esa  “voluntad de poder” se conjugan dos cosas: el querer, por un lado, y el poder, por otro, y los dos hacen de ese sujeto, el sujeto moderno, el verdadero amo y señor del mundo, como lúcidamente lo expresa F. Nietzsche en Gaya ciencia (1883): “Donde encontré algo vivo, encontré voluntad de poder; y hasta en la voluntad del siervo encontré la voluntad de ser amo y señor”.
Pero es también en este atardecer de la época moderna donde irrumpe la era técnica, pero donde también crece del desierto, como lo expresara el cantor del Zaratustra, pues con la huida de los dioses el desierto está creciendo. Sin embargo, es precisamente en esta época en la que crece el desierto en la que, más que nunca, se hace imperioso escuchar el prístino y original decir de la palabra poética. Lamentablemente  para ese decir no existen muchos  oídos, pues en la era técnica sólo se escucha el ensordecedor ruido de las máquinas, apostilla Heidegger.  Sin embargo,  él mismo  nos aclara que   la  amenaza que se cierne sobre estos tiempos de penuria no proviene en primer lugar de que las máquinas ni de sus mortíferos efectos. Para él: “La verdadera amenaza ya ha amenazado al hombre en su esencia. El domino de la im-posición amenaza con la posibilidad de que al hombre le pudiera ser rehusado entrar en el des-ocultar más originario y así tener experiencia del llamamiento a una verdad más inicial” (Heidegger, 1989, p. 14) .  
Esa  “verdad más inicial” y ese “des-ocultar  más originario” lo encuentra el filósofo en los cantos de los  pre-socráticos y en el  decir de  poetas como Hörlderlin, Trakl y Rilke, por los que guarda una especial veneración y a los que no duda en llamar “poetas-pensadores”.
Si Hölderlin nos dice que  “donde está el peligro, crece la  salvación”, y para Heidegger “la verdadera amenaza  ya ha amenazado al hombre en su esencia”, entonces dicha salvación “debe venir del lugar donde la esencia de los mortales cambia” y ese lugar, ese topos, no puede ser otro que aquel en el que aprendamos a convivir con la naturaleza y a tener una relación diferente. Conviene advertir  que aquí la palabra “naturaleza” hay que entenderla “en un sentido amplio y esencial; en el sentido amplio y esencial con el que la usó Leibniz cuando utiliza la  palabra “Natura” escribiéndola con mayúscula. La “Natura” no es ese ámbito objetual de la ciencias, ni tampoco algo que se oponga al arte, como cuando se habla de “ciencias de la naturaleza”  (Naturwissenchafften) y de “ciencias del espíritu” (“Gesiteswissenchafften”).   En esta  palabra  todavía flota para Heidegger “la resonancia de la temprana palabra “physis” que también es equiparada a la “techné”, que traducimos por vida” (Ibid., p 250),  entendiendo por “vida” no algo meramente biológico, sino como algo que, para el autor de Ser y Tiempo, está profundamente enraizado con la “physis”, es decir, con aquello que brota, surge, se des-oculta (como sucede con la verdadera obra de arte)  y que sólo la mirada poética es capaz de advertir. Basta recordar lo que el mismo Heidegger escribe  a propósito del famoso cuadro de Van Gogh, “Un par de zapatos “ (1886), en su artículo “El origen de la obra de arte” donde, no sobra decirlo, Heidegger cree que lo que Van Gogh pintó eran las botas de una campesina, cuando todo indica que se trata de  sus propias botas:  

En la oscura bota del gastado interior del zapato está gravada la fatiga de los pasos de la faena. En la ruda y robusta pesadez de las botas ha quedado apresada la obstinación del lento avanzar a lo largo de los extendidos y monótonos surcos del campo mientras sopla el viento helado. En el cuero está estampada la humedad y el barro del suelo. Bajo la suela se despliega toda la soledad del camino del campo cuando cae la tarde. En el zapato tiembla la callada llamada de la tierra, su silencioso regalo del trigo maduro, su enigmática renuncia de sí misma en el yermo barbecho del campo invernal. A través de este utensilio pasa todo el callado temor por tener seguro el pan, toda la silenciosa alegría por haber vuelto a vencer la miseria, toda la angustia ante el nacimiento próximo y el escalofrío ante la amenaza de la muerte. Este utensilio pertenece a la tierra y su refugio es el mundo de la labradora. El utensilio puede llegar a reposar en sí mismo gracias a este modo de pertenencia salvaguardada en su refugio (Ibid., p. 26)


Mientras en la técnica antigua el “des-ocultar” de la Naturaleza se despliega en un producir que no violenta,  en la técnica moderna, que es la que impera en la noche del abismo,  el des-ocultar  tiene el carácter de un provocar (Herausforden), de un poner (Stellen) en el  sentido de un requerir (Berstelen) que, como requerir, le  exige a la naturaleza suministrar energía para ser extraída, almacenada, distribuida, y  conmutada, sobre la base del pensar calculador que le proporciona la ciencia. Es así —nos dice Heidegger— como el solícito cuidado del viejo campesino que arroja la semilla y espera el fruto, en la era  técnica se ve reemplazado por el requerir de la agricultura moderna, mecanizada, que impera bajo la forma de la industria, que hace que  lo que brota con prodigalidad espontáneamente,  la  physis, pase a convertirse en aquello que  se requiere para producir alimentos, como el aire para producir energía eólica,  el suelo para producir carbón que, extraído y almacenado,  servirá a su vez  para producir calor,  mover máquinas y generar energía. La corriente del Rin, que antes pasaba por el viejo puente de madera y era fuente de inspiración para Hörderlin, ahora, por el requerir, se reduce a suministrar presión hidráulica para mover unas turbinas. Lo que se des-oculta  bajo la forma del requerir. La capacidad de asombrarse que para Heidegger estaba presente en la aurora de la filosofía y era su razón de ser, se ha perdido.  Reconoce que aunque la forma nueva de des-ocultarse la naturaleza “se expone como un plexo calculable de efectos de fuerzas” y, como tal, “puede permitir ciertamente comprobaciones correctas”, también nos alerta de que “debido a ese éxito puede quedar en pie el peligro de que en todo lo correcto la verdad se sustraiga” (Heidegger, 1989, p. 13). Su invocación es a escuchar “el lamento del más noble de los ríos, el Rin, nacido libre”, como hermosamente lo expresara el poeta ( Hölderlin, 1978, Tomo II, p. 113), y no el estruendo de las turbinas. Mirada romántica, sin duda, propia del mundo campesino de Heidegger, pero también llamada angustiada  para recuperar lo sagrado que se expresa por boca de los poetas: “Ser poeta en tiempos de penuria significa: cantando, prestar atención al rostro de los dioses huidos. Por eso es por lo que el poeta dice lo sagrado en la noche del mundo. Por eso, la noche del mundo es, en el lenguaje de Hórderlin, la noche sagrada” (Heidegger, Op. cit., p. 244).

-         II –

Desconozco si la invitación que hizo la Rectoría de la Universidad de Antioquia para que dos poetas colombianos (me perdonan las feministas si no hablo de “un poeta” y “una poeta”, pero prefiero hacer uso de la ´navaja de Occam` por aquello de “Pluralitas non es ponenda sine necessitatate”) tiene algo que ver con la elegía de Hölderlin que motivó el extenso comentario de Heidegger, pero resulta claro que tanto el interrogante que anuncia la invitación, como el escrito de William Ospina titulado “En tiempos de peligro” no son ajenos a la preocupación que el poeta advierte en su elegía “Pan y vino”. En el caso de Ospina, su texto parece reflejarlo, pues al final cita aquel verso de Horderlin que dice “Allí donde crece el peligro crece también la salvación” para concluir que estos tiempos, los “tiempos de peligro” como él los llama, “son los mejores: porque llaman a la renovación de la historia”.
No creo que el motivo de la invitación de la Rectoría de la Universidad de Antioquia para que dos poetas dialoguen  sobre un interrogante  obedezca al hecho —advertido por Heidegger en su comentario al verso de Hörderlin—  de que “Los poetas son aquellos que, cantando con gravedad al dios del vino […] señalan a sus hermanos mortales del camino hacia el cambio”. Sin embargo, al menos en el texto de William que es el que conozco, pareciera que sí,  pues en un tono efectista, propone —como Heidegger lo había hecho con su llamado a escuchar a los poetas y, en particular, a  poetas-pensadores como Hörderlin— encontrar en la cultura la salvación en estos “tiempos de peligro”, ya que, en palabras de William, “es en la cultura donde surge el peligro".
Sin embargo, William, en su texto no es  muy  explícito en indicarnos de qué cultura está hablando, aunque  se puede colegir —espero no equivocarme— que esa  cultura a que hace referencia y que es la culpable de la crisis que vivimos no es otra que la cultura científica, hija dilecta de la razón ilustrada. No de otro modo se entiende su afirmación de que  “no es tanto la ignorancia sino el conocimiento lo que nos está volviendo peligrosos”, como si la ignorancia constituyera un estado ideal donde no asecha el riesgo, la desgracia , el pavor, el miedo ni nada que se les asemeje.
 Como en muchos de sus textos anteriores, William sigue insistiendo en que,  si los artefactos tecnológicos son el producto de la ciencia, entonces es la ciencia la culpable de todos los males y desgracias que  nos aquejan y como la ciencia es producto  de la razón, la razón también es la culpable. Según sus palabras: “Los arsenales que fabricó nuestra ciencia pueden hacer saltar este sueño en minutos. Nunca hubo tanto miedo como ahora, cuando estamos en manos de la razón”, olvidando aquellas sabias palabras del poeta que nos dicen que  “allí donde está el peligro, también está la salvación”, pues esa misma ciencia, la que para él sólo produce males y desgracias, la que ha permitido construir artefactos de muerte,  la que también hizo posible que hoy podamos disfrutar de una mayor esperanza de vida; que muchas enfermedades que en el pasado eran incurables, hoy puedan ser curadas; que las distancias se haya acortado; que exista una mayor capacidad y rapidez en las comunicaciones y, en fin, que a pesar de los peligros que se ciernen sobre las personas y sobre el medio ambiente, hoy podamos disfrutar de muchos de sus hallazgos y conquistas y de un mejor bienestar, con todo lo que esto implica.
Pero debo reconocer que esta vez William no nos está invitando expresamente  a abandonar la razón para sumergirnos en la irracionalidad, por aquello de que “una vez que encontramos la razón, encontramos un camino del que difícilmente podemos apartarnos”, como si la imposibilidad de retornar a la irracionalidad, más que ser el fruto de una convicción, simplemente fuese el reconocimiento   de   un  inexorable destino al que nos ha conducido la Ilustración, pues aunque no seamos “ilustrados”, al menos debemos reconocer que somos hijos de la Ilustración y su antorcha sigue aún  iluminando nuestro sendero, a pesar de los cantos de sirena de los posmodernos.  Pero de nuevo,  si bien no podemos escapar a la égida de la razón que, con sus nocivos efectos, hace que vivamos  “en tiempos de peligro”, pareciera que, al menos, debamos refugiarnos en la ignorancia, pues el conocimiento, su antípoda, es el que nos está volviendo tan dañinos:  “Es inquietante saber que no es tanto la ignorancia sino el conocimiento lo que nos está volviendo tan peligrosos”. ¿Acaso ha medido William las consecuencias de semejante afirmación, producto de confundir el conocimiento (y, particularmente, el conocimiento científico del que, estoy seguro, es un beneficiario), con los usos que de él se hagan?
 La ciencia y, en particular, la tecnología, sólo funcionan mediante su aplicación a sistemas concretos, donde se persiguen fines determinados que pueden ser valiosos o censurables, de suerte que resulta tan equivocado culpar a la ciencia y a los sistemas tecnológicos o, en forma más etérea, al conocimiento, de todos los peligros que nos asechan, como realizar evaluaciones  en general y en abstracto. Los  ejemplos que trae William en su texto y  que en su mayoría tienen que ver con el impacto negativo de la implementación de cierto modelo desarrollista y, ligado a él, de modelos de producción, de distribución y de consumo en los que priman los intereses  particular sobre los intereses generales,  son plenamente entendibles y generan preocupación, pero su imputación de responsabilidad es equivocada.
La ciencia y la tecnología en general  no son ni buenas ni malas. Ellas, como sistemas, involucran personas, de suerte que las  valoraciones  éticas o políticas relativas a los usos de la ciencia y de la tecnología, no debe hacerse de manera universal y abstracta y, ante todo, deben focalizarse en los agentes intencionales  (personas o grupos) involucrados en cada caso, teniendo en cuentas los fines que se proponen y  los resultados que de hecho producen (intencionalmente o no).
No es la cultura en abstracto la que debe responder por el colapso que vivimos;  son las personas que la habitan las  que son responsables. Otra cosa es que busquemos la posibilidad de alterar los  hábitos de consumo,  la opulencia como una forma ideal de existencia, el desperdicio y el envilecimiento del entorno. Si esto es lo que pretende William, estoy de acuerdo, pero no para regresar a épocas  ancestrales donde ciertamente se inventó el lenguaje, se domesticaron  el fuego  y los animales, se pasó —como  dice Lévi-Strauss— de la comida cruda a la comida cocida, y en las que, además,  se comenzaron a tallar piedras y a pintar en cavernas. Menos aún para regresar a la ignorancia y abandonar el conocimiento como si éste, de modo genérico, fuera un peligro cada vez más amenazante y peligroso. Claro que existen arsenales de armas nucleares que sin la ciencia no hubieran sido posibles y “pueden hacer saltar este sueño en minutos”, pero también la misma ciencia ha permitido muchas aplicaciones benéficas en medicina (medicina nuclear, radioinmunoanálisis y radiofármacos), en la agricultura, en el control de plagas, en la conservación de alimentos y, en fin, en un sin número de investigaciones que se llevan a cabo en Centros, Universidades e Institutos de Investigación.   Hay que mirar las dos caras de la moneda y no culpar a la ciencia y a la tecnología, en general y en abstracto, o peor, a  la cultura,  de todo lo que acaece en esta noche abismal.
Finalmente, creo que los dilemas que plantea William para apoyar su justificado argumento en pro de la supervivencia del planeta y de nuestra propia supervivencia son triviales, porque decir que prefiere el agua a la explotación codiciosa del oro, o el aire puro  al arrasamiento de la tierra, o el equilibrio del clima al crecimiento industrial, etc.,  es una completa obviedad, pues la formulación usa calificativos como “codicia”, “arrasamiento”, “economía de lucro”, etc.,  que descalifican los segundos cuernos del dilema, o al menos hacen pensar que son reprochables. En el caso del “crecimiento industrial”, el único al que no aplica ningún calificativo,  su rechazo es universal y absoluto —como sucede con la ciencia y con la tecnología—   sin entrar a reparar  aquellas circunstancias en las que tal crecimiento podría ir acompañado de un amigable trato con el medio, o, al menos, con  la  mitigación al máximo sus efectos nocivos, como se comienza a dar  en algunos países en los que se incorporaran tecnologías más limpias que las que existen en la actualidad.  Para no condenarnos a un retorno a la época de las cavernas, creo que es en estos casos donde hay que buscar una solución, máxime si nos atenemos a las palabras del poeta: “Allí donde crece el peligro crece también la salvación”. 

Manizales, 18 de julio de 20012

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  

Heidegger, M. (1989): “La pregunta por la técnica”. In: Anthropos. Tecnología, Ciencia, Naturaleza y Sociedad, Barcelona, Serbal. ( NTC... Notas:  La pregunta por la técnica  * [Die Frage nach dem Technik] conferencia de 1953 pronunciada en la Academia Bávara de las Bellas Artes, publicada en Vörtrage und Aufsätze. * http://www.heideggeriana.com.ar/textos/tecnica.htm Matriz: http://www.heideggeriana.com.ar/textos/textos.htm )






Hölderlin, F. (1978): Poesía completa (2 Tomos), Barcelona, Ediciones 29.


Ospina, W. (2012): “En tiempos de peligro”, El Espectador, 15 de Julio de 2012, http://www.elespectador.com/opinion/columna-359788-tiempos-de-peligro **
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( 1 ) Complementaciones de NTC ...: Juan Manuel Jaramillo Uribe. Prof. Jubilado U. Del Valle. 


Pregrado en Filosofía y Letras la U. Pontifica Bolivariana, Medellín. Postgrado (maestría) en la UNAM, México. En la actualidad profesor jubilado de la U. del Valle, Cali, donde, además de profesor, desempeñó los cargos de Jefe del Departamento de Filosofía en varias ocasiones, Secretario General y en tres ocasiones Rector (E) de la U. del Valle. Miembro fundador de la Sociedad Colombiana de Filosofía ( 1 ) y en la actualidad Presidente de dicha Sociedad en el Eje Cafetero. Ha publicado varios libros entre los que se destacan: ¿Es la ciencia una rama de la literatura fantástica? Pretexto para una reflexión sobre el realismo (U. de Caldas), Filosofía de la Tecnología: sus avatares y sus logros (Armenia, Ed. Universitaria, 2008), entre otros, así como co-autor de numerosos libros entre los que cabe mencionar: Estudios de Historia de la Filosofía (Cali, Fundación para la Promoción de la Filosofía en Colombia), Wiittgnestein: Discusiones sobre el lenguaje (Manizales, U. de Caldas, 1991), El trabajo filosófico en el continente(Bogotá, ABC, 1995), Filosofía y ciencia (Cali, U. del Valle, 1996), Thomas Kuhn (Cali, U. del Valle, 1997), Enseñar Filosofía (Bogotá, U. Pedagógica, 2006), La filosofía de la ciencia en hispanoamérica(Madrid, Ed. Taurus, 2010), entre otros, así como numerosos artículos en revistas especializadas de filosofía nacionales como internacionales, especialmente en el área de filosofía de la ciencia. Desde el 2001 hace parte como investigador de la Red Internacional ITAS, con Sede en Buenos Aires, "Reconstrucciones racionales y reconstrucciones históricas. La concepción estructuralista" ( 1, ver al final) y profesor invitado en numerosas universidades nacionales e internacionales. En la actualidad se encuentra terminando dos libros: Aproximaciones a la filosofía de las ciencias sociales y La filosofía de ´El gran diseño".  

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* DE: NTC ... AGENDA  

 *** 12 de Julio, 2012, Medellín,  3:00 pm.
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--- ¿Para qué la cultura en tiempos de penuria? *  Diálogo con Piedad Bonnett y William Ospina. CÁTEDRA PÚBLICA, Rectoría Universidad de Antioquia.  ** Lugar: Teatro Universitario Camilo Torres Restrepo, Universidad de Antioquia. Entrada libre, Previa inscripción en http://reune.udea.edu.co . En la séptima estrofa de su elegía"Pan y vino"Friedrich Holderlin (Alemania, 1770-1843) escribió: "¿Para qué poetas en tiempos aciagos? / Pero ellos son, dices tú, como los sacerdotes sagrados del dios del vino, / los que fueron de un país a otro en noche sagrada"En el programa Cátedra Pública de la Rectoría de la Universidad de Antioquia, los escritores Piedad Bonnett Vélez y William Ospina establecerán un diálogo en torno? la pregunta: ¿Para qué la cultura en tiempos de penuria? parafraseo del verso de Holderlin. ¿Puede ser la cultura un antídoto contra la violencia y puede mejorar los niveles de civilización de un país? ¿El arte, la literatura y la poesía pueden tener algún protagonismo en una sociedad aquejada por la desigualdad, el deterioro moral y la virulencia, a veces sin sentido? ¿Cuál es el papel de la universidad ante las penurias de la cultura que sufre la sociedad? * Detalles:  http://www.udea.edu.co/portal/page/portal/portal/Actualidad/DetalleAgenda?codEvento=4028 . Imagen de la izq.: Periódico Almamater de la Udea, No. 611, Julio 2012, p. 11.  ** Clic en Mayor información para acceder a las memorias de la Cátedra Pública. Mayor información
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** En tiempos de peligro
Por: William Ospina
William Ospina

*(Leído en el aula máxima de la Universidad de Antioquia).

Cierto poeta norteamericano dijo con sabia ironía que él defendía los valores más altos de la especie: los valores del Paleolítico superior.
Tendemos a pensar que los grandes inventos de la humanidad son los de nuestra época; por eso está bien que alguien nos recuerde que las edades de los grandes inventos fueron aquellas en que inventamos el lenguaje, domesticamos el fuego y las semillas, convertimos en compañeros de aventura al caballo y al perro, la vaca y la oveja, inventamos el amor y la amistad, el hogar y la cocción de los alimentos, en que adivinamos o presentimos a los dioses y alzamos nuestros primeros templos, cuando descubrimos el consuelo y la felicidad del arte tallando gruesas venus de piedra, pintando bisontes y toros y nuestras propias manos en las entrañas de las grutas.
Los grandes inventos no son los artefactos, ni las cosas que nos hacen más eficaces, más veloces, más capaces de destrucción y de intimidación, de acumulación y de egoísmo. Los grandes inventos son los que nos hicieron humanos en el sentido más silvestre del término: el que utilizamos para decir que alguien es generoso, compasivo, cordial, capaz de inteligencia serena y de solidaridad. Todos advertimos que hay en el proceso de humanización, no como una conquista plena sino como una tendencia, la búsqueda de la lucidez, de la cordialidad, de la responsabilidad, de la gratitud, de la generosidad, de la celebración de los dones del mundo.
¿En qué consiste hoy la crisis histórica si no en el colapso al que parece llevarnos nuestra propia soberbia? Una doctrina del crecimiento económico que encumbra a unos países en el derroche, el saqueo de recursos y la producción de basuras, y abisma a los otros en la precariedad, mientras precipita crisis cada vez más absurdas sobre las propias naciones opulentas. Un modelo de producción y comercio que convierte el planeta en una vulgar bodega de recursos para la irracionalidad de la industria; cuyo frenesí de velocidad y de consumo altera los ciclos del clima, transforma el planeta en un organismo impredecible, crea un desequilibrio creciente del acceso a los recursos y al conocimiento, y convierte la sociedad en escenario del terror y la arbitrariedad, del tráfico de todo lo prohibido y de corrupción de todo lo permitido. Asistimos al fracaso de los valores históricos que fundamentaron toda moral y toda ética; y vemos desplomarse todo lo que fue respetable y sagrado.
Es inquietante saber que no es tanto la ignorancia sino el conocimiento lo que nos va volviendo tan peligrosos. Los arsenales que fabricó nuestra ciencia pueden hacer saltar este sueño en minutos. Nunca hubo tanto miedo como ahora, cuando estamos en manos de la razón. Y sin embargo no podemos intentar volver a la irracionalidad: una vez que encontramos la razón, encontramos un camino del que difícilmente podemos apartarnos.
Pero si hoy la cultura diseña el colapso, traza indolentemente bocetos de la aniquilación, la cultura tiene el deber de responder, desconfiar de la velocidad y de la opulencia como modelo de existencia, del desperdicio y el envilecimiento del entorno como manera de habitar en el mundo. Se diría que sólo podemos aprobar las innovaciones, las fuerzas transformadoras con la única condición de que no alteren lo que es esencial. Es preciso mantener inalterados los fundamentos de la vida y del mundo, y todos sabemos cuáles son, porque para eso nos han servido veinticinco siglos de conocimiento. El agua, el oxígeno, el equilibrio del clima, la salud de las selvas y de los mares: lo que nosotros no hicimos ni podemos hacer.
Entre el agua y la extracción codiciosa del oro de la tierra, yo prefiero el agua. Entre el aire puro y el arrasamiento de la selva por la economía del lucro, yo prefiero el aire. Entre el equilibrio del clima y el crecimiento industrial yo prefiero el clima. Entre la antigua virtud de las semillas y su modificación impredecible para la fabricación de organismos estériles favoreciendo la codicia de los que privatizan todo lo sagrado, yo no sólo prefiero las semillas, la prodigalidad de la naturaleza, sino que considero un crimen la apropiación privada de los más antiguos bienes colectivos.
Toda transformación tiene que ser justificada. El universo es a la vez tan prodigioso y tan frágil, que no tenemos el derecho de modificarlo abusivamente, de alterar, por intereses privados, los bienes de todos. En lo fundamental ya no pertenecemos a una tribu, a una raza, a una nación, a un credo, pertenecemos a un planeta.
Para eso sirvió la edad de las transformaciones, para conocer los límites de la transformación. Para eso sirvió la globalización: para que se encontraran los intereses del todo con los intereses de cada parte, el sentido del globo con el sentido profundo de cada lugar. Ya cada individuo tiene el deber de ser la conciencia del planeta.
La batalla definitiva será por los glaciares y por los pelícanos, por los helechos y por las medusas, por selvas y océanos, por las artes y por los muchos sentidos de la belleza, por la razón y por el mito. La supervivencia del mundo exige una urgente redefinición de los límites del hombre y de su industria.
“Allí donde crece el peligro crece también la salvación”, dijo Hölderlin. Entonces estos tiempos son los mejores: porque llaman a la renovación de la historia. Y si es en la cultura donde surge el peligro, es allí donde tenemos que buscar la salvación.

*(Leído en el aula máxima de la Universidad de Antioquia).
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NTC ... Enlaces:
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En la séptima estrofa de su elegía "Pan y vino"Friedrich Holderlin (Alemania, 1770 a 1843) escribió: "¿Para qué poetas en tiempos aciagos? / Pero ellos son, dices tú, como los sacerdotes sagrados del dios del vino, / los que fueron de un país a otro en noche sagrada"
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DE: 

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De: juan manuel Jaramillo 
Fecha: 15 de julio de 2012 10:36


Asunto: Re: Gracias. Por Palmira. Eneteceado. ... Re: El suceso Higgs (y otros hits). Por: Julio César Londoño. EL ESPECTADOR , 14 Jul 2012, virtual e impreso / NTC ... Compilaciones
Para: NTC  ntcgra@gmail.com

 Hola queridos amigos de NTC:



Sin lugar a dudas, como Ustedes lo expresan,  "por Palmira también existe "materia gris" y pasan las influencias higgs-nianas" y una prueba de ello es, además del artículo periodístico de JCL, las titánica tarea que Uds. realizan a través de NTC.

  

Como les dije antes, la lectura del artículo de JLC  me divirtió muchísimo y le reitero mi admiración por  su capacidad de destacar, con el más exquisito humor y fiel a la historia, los aportes más sustanciales de esos grandes monstruos de la ciencia que, desde la antigüedad hasta el reciente descubrimiento de la mal llamada "partícula de Dios" (culpa de una mala traducción), nos han permitido explicar muchos de los enigmas que nos circundan, aunque, claro, siempre quedarán muchos otros de los que es preferible guardar silencio hasta no tener alguna evidencia que confirme las aventuradas  hipótesis, por no hablar del insondable mundo en el que, por fortuna, la palabra poética es el único verdadero consuelo en esta época de penuria como lo dijera el gran poeta alemán, Friedrich Hölderlin, quien escribió este hermoso poema (Fragmento) : 





...Y así como el fuego brilla

en la mirada del hombre

que ha concebido un gran proyecto

así este signo nuevo y las hazañas del mundo

hoy encienden una llama en el alma del poeta

y las cosas que antes sucedieron

cuyo sentido apenas adivinamos, 

recién ahora quedan reveladas. 

Y en los que labran nuestros campos

sonrientes y con apariencia de esclavos, 

ahora reconocemos 

a las vivificantes fuerzas de los dioses... *


Un abrazo,

Juan M. Jaramillo U. 
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Und wie im Aug' ein Feuer dem Manne glänzt,
Wenn hohes er entwarf: so ist
Von neuem an den Zeichen, den Thaten der Welt jezt
Ein Feuer angezündet in Seelen der Dichter.
Und was zuvor geschah, doch kaum gefiihlt,
Ist offenbar erst jezt,
Und die uns lächelnd den Aker gebauet,
In Knechtsgestalt, sie sind bekannt, die
Die Allebendigen, die Kräfte der Götter.
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De: NTC 
Fecha: 19 de julio de 2012 17:52
Asunto: "Entre el agua y la extracción codiciosa del oro de la tierra, yo prefiero el agua." W.O. ... / Con 24 millones de onzas de oro pero MUERTOS de sed ...
Para: Suscriptores


"Entre el agua y la extracción codiciosa del oro de la tierra, yo prefiero el agua."
William Ospina
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El Espectador .com 18 Jul 2012 - 11:45 pm 

http://www.elespectador.com/impreso/vivir/articulo-361088-analisis-del-caso-anglogold-ashanti-cajamarca Impreso Jul 19, 2012

Grafico
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Institucionalidad colosal

Análisis del caso AngloGold Ashanti en Cajamarca

Por: Francisco Alberto Galán S.*

La llegada de megaproyectos mineros y energéticos al país exige un Gobierno fortalecido y buen negociador. ¿Es el caso colombiano?

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De otra parte, la magnitud del proyecto, en caso de ser aprobado, sería del orden de los US$25.000 millones ... 
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* Se actualiza periódicamente. Julio 18,  2012. Jul 28.