sábado, 14 de abril de 2007

POEMAS DE MARGA LÓPEZ DÍAZ

POEMAS DE MARGA LOPEZ DIAZ
Selección de Leopoldo de Quevedo y Monroy http://lequemo.blogspot.com/ . Tomados de su libro “MURUMSAMA”, Primera Edición Julio 2.005, Apidama Ediciones Ltda., Bogotá. Excepto el poema “A ELLA” que se tomó de su libro “MARUMSAMAS. Poemas”, Ediciones Embalaje del Museo Rayo. Primera Edición, 20 de Julio 2.000. Roldanillo, Valle. Colombia.

1- Iglú
2. A Ella
3. El poema de Melissa feliz
4. Brújula de Zahoría
5. Bill Evans
6. Damasco
7. Perséfone
8. El hallado
9. El siluro

Reprodujo y difunde: Fundación PLENILUNIO, Grupo de Poesía y Arte. http://plenilunio-grupo.blogspot.com/ pleniluniocali@gmail.com Cali, Abril 9 de 2.007
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IGLÚ

A Vanessa, Melissa y Maritza

Ahora que las hijas se han ido a la ciudad,
vacío el aire familiar,
más las acerco.
Las envuelvo en luz rosa como dicen las magas
para la protección
y el buen pensar
para el augurio bueno.

Como mi amiga Asiak
les construyo su iglú
tibio de abrazos
Para que Puedan oír dormidas
plácidas
el mar de la mamá
debajo de sus pechos
desde lejos.

Les hago pabellones invisibles
de púrpura
brillantes
encima de sus halos
para que todo mal se transfigure
en otra forma de bondad
al verlas
y los demás no entiendan
por qué esa esencia de benjuí
en el muro
cuando pasan las hijas una estancia
y algo desconocido las transparenta.

Dos fanales las siguen.
Espíritus de antiguos elementos,
Para que todo ser que quiera amarlas
pueda ver más allá
en otra zona de misterio
los rostros de agua y astro que tenían
antes de su primero nacimiento.

La ciudad ese humano laberinto de alegrías
y minotauros solos.
Piedra asentada
hostal sin olivares
para mis hijas nómadas.

La ciudad que bendigo
en la hora de sus pasos
como si fuera otra mujer inmensa
que también las abriga
por sus techos de lluvia.
La ciudad esa otra loba
buena

Ahora que las hijas ya se han ido
del fresco Valle de los Tahamíes
al hondo Valle de los Aburráes
y las brumas del alba
no entran por las rendijas
de sus armarios
bien comprendo
los hilos al regreso de las placentas.
Placentas dulces que me como
-dulce mascar de hielo incandescente-
en amoroso rito
para cerrar el ciclo.

Ovillos que devuelvo convertidos
en una gran placenta protectora de cielo
y de leche.

Esta mamá
que tiene que aprender a irse
cuando lleguen los tiempos
y se despedirá alguna noche
cuando duerman sus sueños
dejándoles la fuerza de la ausencia
cantando libre al corazón entero

les sabrá construir su iglú de luna
compacto y con ventana a las auroras,
casa con la mirada de un narval
en invierno.
Y desde su lugar
en otra esfera de luminosidades
esta mamá regresará en la ofrenda
floresta desde el centro de la tierra
vaho de nomeolvides
en el habla del viento
como otro mar
que asciende a sus regazos
a vigilar su dicha
desde lejos.

1998

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A E L LA

Ella va
de su luz llevada
y danza
no camina.

Cada puerta de casa
son países y trenes imposibles.
El cuarto es un espacio de ave quieta.
El corredor es una calle lejana.
La ventana es la tierra desposeída.
Ella espera a veces... calla.

La luna de noviembre perfuma el techo.
Salúdame a la luna de parte mía.
De parte de su amiga la que
- ella sabe - no puede ir ahora como quisiera
a saludarla.

Su ropa y los objetos
limpios inútiles sencillos quietos
la aguardan.

Se quedó media ella ahí.
Algo la detuvo.
Algo la suspendió
entre la vida y la lluvia.

Cuánto habrá recordado dormida
su refugio del vientre
sus paredes de agua única
para todos sus hijos.
Siempre ella tan ahí
tan puntual a la risa
y al enojo.
Tan comenzando.
Tan mía.

Ahora está quieta en el lecho
la que andaba la casa.

Aromada en su luna
la de los siempre abrazos
la cálida
la tan pelionerita de a ratos
por nada.

La Emilia mila Rosa
milagro de mujer niña
Rosa Milagro y Mar

La que yo tanto amo
la mamá.

1987

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EL POEMA DE MELISSA FELIZ

La paz no es una paloma,
es un muchacho en su casa,
estudiando la lección
Canción de William Vargas

Yo soy Melissa y Sara
Pablo Julia Ana juanita Elena.
Soy los niños que crecen al la luz de su pueblo
y soy todos los niños de la tierra

Vengo de la vereda de Guamito
de los mares y muros de Cartagena
soy un niño de Aauca y del llano
del Sol de media noche de Noruega
de la cumbre feliz del Fujiyama
de la música en flautas de Grecia
de los bosques brumosos de El Capiro
en las mañanas limpias de La Ceja.

Creo que la felicidad es parecida
a nosotros los niños
jugando en el recreo de las diez
en el patio de la escuela.
Que la alegría tiene que oler a nidos
a las hojas de árboles y libros.
A los nombres alados de Urrao y de Frontino
Titiribí Antioquia y Entrerríos
Nicaragua Perú Chocó Tumaco
Guatavita Guaviare Cunaviche
Usiacurí Mompós Pijao Quindío.

Yo creo en mi país.
Creo en mi espacio.
Creo en las nebulosas
en las constelaciones
y en la sabiduría de las hormigas.
Creo en el tiempo que vivo.
Yo tengo el alma llena de naranjales
de ardillas de conejos y de amigos.

Mi escuelita se llama Juan de Dios Aranzazu
y está en el campo llena de begonias,
rodeada de verdes por todas partes.

Huele a pinos a mangos a campanas
a nubes a tareas y a eucaliptos.

Mis maestras se llaman como la música:
Susana Eugenia María Graciela.
Vengo de la vereda de Las Lomitas
y la vida me canta de la hormiga
y la estrella.
Yo vengo de los niños de Silvia, Cauca,
de las gentes Yucunas de la selva.
Soy un niño que viaja
con la luz de su pueblo.

Soy un niño que cree
como todos los niños de la tierra.

1986

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BRÚJULA DE ZAHORÍ

Regreso en la añoranza
Nicaragua, tierra de Nicarao,
como si fuera por mi entraña.

Vuelvo con las venteras de Masaya
a elegir mi cotona de flores tejidas.

Va de viaje mi alma regocijada
como una chavalita
de Juigalpa.

Abrazo a Corina Urcuyo mi hermana
en la fiesta familiar de las Purísimas.

Subo a buscar mi brújula perdida
en la cumbre de mi Momotombo
o de mi Momotombito
.
Pronuncio: lago, Jinotega, Telica
marimba y Alamicamba
como decir visión de lágrima.

Camino a Santa María de Ostuma
y me bebo todo el aire de su montaña
cerca de Matagalpa.

Regreso en la querencia
como un barrilete oculto de amor
¡Viva Quincho Barrilete!
¡Viva Carlos Mejía Godoy!

Cantarillo de vida
y ramita en reunión de zahoría
junto a Ometepe.

Va de viaje mi alma
-Nicarita vestida de cotona tejida
con mis "perjúmenes de mujer"

hacia tu corazón de sorgo
y jauya
¡ Nicaragua !

2000

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BILL EVANS

Señoras y Señores:
En la percusión Jack deJohnette;
en el bajo Eddie Gómez.
Ellos son los compañeros del pianista Bill Evans.

Geo Voumard. Festival de Jazz. Montreux, 1968

Sentadas en el suelo
junto al piano
las mujeres de Omoro
las mujeres del jazz
viajamos en la vibración de la cuerda
del lago Nyassa.

El bajo se vuelve tuba de oboe de bombo
cuando Salima -pan de mandioca del Senegal-
improvisa su danza.

El manatí la sigue.

Nada puede compararse
a la humedad sonora de un manatí
leve y deslizando su sustancia
por la sala
acompasado a su propia inspiración
adentro, en el jazz.

La melodía "Nardos"
exubera alegrías brillantes.

Todas nos levantamos
y buscamos las máscaras
designadas para el Ritual Senufo.

Prontas al solo de la percusión
cada una persigue su balanceo
en la orilla de su nebulosa interior.

Lentas
nos iniciamos
nos convertimos
nos alargamos en jaguares
desdoblados.

Sé que mi animal nos lleva a los dos
al espacio interior.
La curva
sin movernos
nos desplaza
nos entra.
Le acaricio el hocico
lo huelo
(somos un apacible)
saltamos en solubles
me sume por su garganta
me hace su líquido
y me sorbe
y me nada
hacia un tambor oscuro.

La melodía acaba.

"Algún día mi príncipe volverá".
Empieza una ceremonia del medioevo.
Honor de Ausencia.
Melancolía bruna de vos no estar.

Sentadas en el suelo
junto al bajo
las mujeres Senufo
las mujeres del jazz
somos ahora la leyenda
de un jaguar merecido.
Por cada poro cerrado
de la madera del piano
en el salón vacío
se refugian
la vibración de la sustancia
de un manatí

y el olor de la selva de mandioca
del jaguar de Salima.

1977

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DAMASCO

En el camino de Santa Bárbara
bajando a los Farallones de La Pintada.

Cuando digo Damasco
se me llena la vida ,
de una calle tranquila que me lleve hasta el sur,
una mujer sencilla barriendo corredores
y un hombre conversando de una puesta de sol.

Aquí el tiempo detuvo
la paz de la mañana
sobre los techos limpios
y la piedra.

Damasco es luz de amigos y montañas,
una casa de puertas y ventanas abiertas.
Olor de río y sueños
que asciende desde el Cauca
hasta el árbol antiguo
la placita
y la iglesia.

Aquí toda la gente se saluda,
se comparte el dolor
y la alegría
porque el pueblo respira
la unidad de un camino,
el trabajo y la risa.

Aquí se aprende lento muy despacio
esa sabiduría que nos enseña
el pasar maravilloso de la noche
hasta el día.
Aquí atardece siempre
clara y firme
la vida.
Cuando pasa la nube por este sitio alado
asombra la finura de una cinta de oro.
El ganado apacible
que vigila su espacio.
Las cocinas de leche y maíz
agua y mangos
la tienda de la avena y los botones
una rosa amarilla
albahacas y astromelios
en el patio.

Permanece en los hijos y en los nietos
sangre de luchadores de la gente feraz
la que amanece
a construir el mundo
con la huella y la mano de la tierra
y sus hombres.

Aquí nos sale al paso
nos sorprende
la calidez de un aire
que desdobla la esquina.
Nos saluda la gente buena y noble,
la gente del trabajo y la sonrisa.

Por eso cuando yo digo Damasco
me atardece de siempre
clara y firme
la vida.

Y se aroman los ojos y el alma
con la visión amada
de una calle tranquila.

1896

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PERSÉFONE

Los niños encerrados
lejos de sus padres
en lugares hospitalarios
y extraños.

La niña boba
es aseada por la enfermera
mientras contempla
una ventanta alta.

La madre en otra tierra
atraviesa la calle
para admirar una "gota de aceite"
en la tienda de las esmeraldas.
Justo al pasar la puerta
la recuerda.
Se le vienen sus ojos
que la han mirado
con la luz más penosa
de la ternura

En la ausencia del abrazo...
de la dulzura del acunamiento,
la hija ha aprendido a sentirla,
a viajar por la fuerza del océano
para abrazarla ella
como si la madre fuera a su vez una hija perdida,
como si la madre fuera
la encerrada
en la otra vasta tierra
y ella desde su cuarto
habitara un vasto reino.
Cuando acerca la piedra a su pecho
y brilla en la cadena
el otro oro del verde,
la madre vuelve a verla en el espejo
le sonríe de lágrima
y la toca en el agua
separadas sólo
por una gota
de sueño.

La enfermera la peina
y le habla,
ella tartamudea
y se fija en los rincones del techo
donde viven las gracias invisibles
y el meritorio ser ahí
sola
contenta de la hora
en la simplicidad de su aire,
contenta de su estar
en el obrar de su apaciguamiento.

En la pared
la noche inicia el juego del espejismo...
así la madre regresa
y las dos danzan
conmovidas
entre las sombras y el miedo.
Es la hija quien la peina, le pone flores y ramitos
y la madre le oye el corazón
como si fuera una celesta
o una congoja
o un ruego.

Por la calle
en la otra tierra,
la madre luce el aura de la hija
como si llevara un collar
hecho con ráfagas de océano,
como si mayo fuera un lugar
y la apaciguara
el aire de la hija
encerrada de por vida
en las honduras ignoradas
de su pecho.

2003

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EL HALLADO

Nadie regresa el mismo después del viaje.

Hay las solas visiones agua adentro.

La noche habita el peso de la hondura.
La noche -anémona del mar-
guarda el abismo.

Quien desciende hacia el fuego
ve el rostro de la sombra.

Hay el aire que sobra de alondras bajo la cumbre.
Quien respira su vuelo
frágil de lágrima
se asomará al vacío
lúcido y extrañado de ser
ave aire y agua.

Nadie regresa el mismo después del sueño.

Una presencia de ojo antiguo
inmóvil
ha velado el reposo.

La escritura de un verbo
puede abrir lo ocultado.

Alguien vuelve a la tarde
del pueblo de Luvina
otro.

El poema desdobla
pliegues cerrados.

Lo nombrado
ahila cada símbolo.

Nadie regresa el mismo después del verso.

Más allá de lo simple
está la gran simpleza.
Quien la mira al instante de la adelfa
alborozado y calmo
entra de nuevo a La Morada Una
de sus Perplejos
y transfigura
la luz
en Luz Despierta.

Manso descubre
el resplandor visible
la dulcedumbre
de la Existencia.

Nadie regresa el mismo después de verse.
Nadie regresa el mismo.

Iniciado en su sola investidura
digno
paso y sencillo

vuelve.

1994

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SILURO

Soy un pez ciego.
Mi ojo sensible
alarga vibraciones hasta el sustento
que me abriga.

Habito en los profundos sedimentos.

Sobre mí todo el río.
La aguamadre
oscura.

Jamás sabré el estuario
ni el luar esplendeante
sobre la isla de Marajó.

De mis ojos de limo
suben emanaciones
hacia llamadas de gorriones
que me alean
y beben
arriba.

Así me enhebro al luar a los gorriones
y a la isla.
Quieto.
Mi agalla me resguarda
entre la brevedad
y la angostura.

Amparado en mi halo.
Como vive la ulmaria
en su hoja.

Como los astros.

1999